Cuando era joven de 17 años, en el cruce de la vida, empecé a presentar erupciones en mi piel. Estudiaba biología pura, eso requería salidas de campo y cuando fui al médico, me dijo: "Eres alérgica al Sol". Mi mente y mi sentir entraron en un conflicto. Me colocaron cremas con urea y otras cosas que no recuerdo. No duré dos semanas con el tratamiento cuando me dije: "Si yo soy un campo energético que vibra con el sol como el resto de los seres vivos y esta en orden que siga los ciclos, ¿Qué hay de malo en mí como para ser alérgica al sol y decidir llevar una vida de vampiro porque no seguiría usando medicamento?".
Luego, en búsqueda de libros y personas del mundo naturista, conocí la filosofía de vida del doctor Keshava Baht, que no es más que Ayurveda. Cuando arranqué el détox, empecé por unos ayunos, usos de mezclas de plantas, eliminar estimulantes como café y bebidas negras y, ya para esta edad, era vegetariana "desbalanceada pero vegetariana". Vino la desparasitación, purga y enemas… Fue mi primera vez, recuerdo que lo hacía y parecía que lo había hecho durante toda mi vida, decía el profesor. Posterior a esto, salidas de campo, viajes, trabajos, embarazo, parto, postparto y pare de contar llevaron consigo la huella de Ayurveda, donde paso a paso fui estudiando y profesionalizando hasta hoy en día.
El proceso détox no solo fue sacar parásitos físicos, sino emocionales y astrales. La purga no fue solo limpiar y regular los fuegos internos de los tejidos, fue regular los fuegos de la mente y de cómo observar el mundo. Los cambios alimenticios permitieron observar las dependencias y los apegos energéticos y el caos que representa el karma. Los enemas no solo fueron la liberación de heces viejas y costras intestinales, significó aclarar la red nerviosa entérica comunicada con el límbico que le envía información hormonal a tu cerebro. Y esto llevó tantos cambios, siendo el primer détox, que la alergia al sol se fue, la dermatitis atópica se había ido. Pues hice las paces al amor y al salir a luz al sentirme parte del amor divino de la energía electromagnética, que mi capa protectora física (piel) y mi capa energética pudieron reconstituirse. A esto también desaparecieron energías silenciadas como los poliquistes que tan joven tenía aún. Y para mi mayor conexión, las plantas universo que se volvieron mi disciplina y mi devoción, que me reconectaron a la luz, al sendero de tener ganas de seguir viviendo.
Entonces, en la dispersión mundana de ser bióloga, viajar, formar una pequeña empresa de cosmética y medicina, nace el Ser que, dentro del yoga y el ayurveda, inicia procesos colectivos de desintoxicación y se enmarca la ruta de profundizar en ayurveda. Recuerdo cuando estaba participando en un grupo online sobre ayurveda, comenté algo y la coordinadora del programa dijo: "Si no estás certificada y estás haciendo ayurveda, estás haciendo karma". No sé si lo dijo para asustarme, pero entendí que debía ir más allá. Es así que, a partir de maestros en ayurveda y diagnóstico en medicina oriental, aprendo para luego dedicarme dos años más de formación en esta ciencia y aún continúo, porque cada día es un nuevo sentir desde estas ciencias védicas tan vitales. Teniendo procesos de atención de medicinas y prácticas a más de un centenar de seres.
He podido presenciar y profundizar las dimensiones en la que opera ayurveda, desde los miedos que significa los cambios de hábitos, salir de las zonas de confort de la mente, reconocer la verdadera voluntad y también la salida de los procesos oscuros, emociones estancadas, rabias y furias contenidas en los tejidos, en los órganos, en la sangre, en el cabello. Con la paciencia, acompañando cada proceso en el cuerpo-mente y en las sensibilidades a la que alma puede llegar. Es así que, desde este procesos, muchos se han conectado y han estudiado ayurveda, encontrando un sendero no solo físico, sino una apertura a formas espirituales más allá: yoga, mantra, condiciones y la regulación de nuestras frecuencias… Con mucho cuidado, cada persona puede llevarse de una a dos horas de atención y vivir procesos de 1 a 3 meses a dos años, acompañando. Y es que no puede haber más sabiduría que desde la experiencia y el sostener la práctica que, con el tiempo, te da la intuición y la sutileza de sentir y ver más allá.
Yoga, con los Asanas, mudras, mantras y bandhas, ha preparado a este cuerpo a sutilizar y aumentar el Prana. Y ayurveda a trasmutar el letargo y peso adquirido a partir de los 5 aspectos: alimentación, hábitos, prácticas de limpieza (PANCHAKARMA), herbología y ejercicios.
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